viernes, 24 de abril de 2009

Para no olvidar

1976 - 24 de marzo - 2009: A 33 años del golpe genocida



Andrea era maestra, trabajaba en la Villa 31, tenía 24 años y estaba embarazada de cinco meses. Vivía en San Miguel con su compañero en una casita humilde. Susana, hoy integra la lista de desaparecidos por la última dictadura militar que tuvo lugar en la Argentina.
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Era una tarde otoñal en Santiago de Chile, Francisco volvía para su casa luego de una reunión. Allí lo esperaba su mamá para almorzar, al otro día rendía un parcial en la Facultad de Derecho. Nunca llegó al almuerzo, nunca llego al parcial…Desaparecido en junio del ´77.
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Éstas podrían ser la historia de miles y miles de hombres y mujeres de toda Latinoamérica durante los convulsionados años 70. La política de aniquilamiento psíquico y físico de los hoy desaparecidos y de los miles de presos políticos durante la última dictadura argentina, no fue resultado de la casualidad ni provocada por “excesos individuales”, sino que fue producto directo de una política cuidadosamente pensada, diagramada para todo el continente, englobada en lo que se conoció como la Doctrina de Seguridad Nacional, sostén ideológico de dichas dictaduras. Sus ejecutores militares fueron instruidos en la “Escuela de las Américas”, en Panamá, en donde se los instruyó en técnicas contrainsurgentes promoviendo las violaciones a los derechos humanos y la represión clandestina.
Desde este punto de vista, el golpe de Estado que se organiza el 24 de marzo no es un hecho aislado en el mundo sino un eslabón más de una cadena que encerraría y aplastaría a mujeres y hombres de toda Latinoamérica, comprometidos política y socialmente en el intento de querer cambiar el mundo. Hombres y mujeres cuyo deseo no era otro que el generar las condiciones para una sociedad más justa, donde las igualdades sean realmente iguales para todas/os, que creyeron que una realidad diferente, con justicia para todos/as, era posible; que creyeron que la realidad no es obediencia, que creyeron que la realidad esta ahí para transformarla, que rehusaron aceptar los límites de la fatalidad. De manera paralela, dictaduras y tortura iban tiñendo el mapa de nuestra América Latina.
Las secuelas que dejó la dictadura siguen aun vigentes, nos remiten a ella, nos recuerdan aquel oscuro pasaje de la historia argentina, que no debemos jamás olvidar: desaparecidos, voces acalladas, identidades destrozadas, miedos, dudas, sombras sin dueños, almanaques sin carnaval, parches mal cocidos en la memoria, maquinas de escribir sin usarse, historias mal contadas, cicatrices en los pueblos, 30000 sueños saboteados, arruinados, Estados ineficientes, 30000 fuegos apagados, países cansados, 30000 ecos sin voces, Estados corruptos, 30000 almas cercenadas…
Por todas esas almas, por todos los nietos y nietas sin encontrarse, por cada una/o obligada/o a vivir en el exilio, por cada espíritu desmoronado y para nunca perder la libertad en toda su expresión, es que debemos seguir exigiendo justicia.
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos, con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres” (Don Quijote de la Mancha).

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